lunes, 1 de agosto de 2016

Diario de un cuidador inexperto...

Mi madre siempre tuvo mucho pudor a mostrar parte de su cuerpo, yo jamás vi  uno de sus pechos,y para ser una mujer de pos guerra, nunca la oí criticar ni una sola vez a las chicas que en los setenta vestían minifalda. Jamás escuché a mi madre criticar a una mujer por su vestimenta en verano, cuando de noche sacábamos las sillitas a la calle, cuando caía la "canícula", porque no sé si lo conté: En mi pueblo se derriten las piedras en verano, las tertulias de la noche solían ser muy monótonas. Los hombres hablaban del campo, de cómo sería la cosecha, de las ''cabañuelas". En fin, cada uno contaba su historia y debate existía bien poco. Los corros en la calle se formaban poco a poco según llegaba el personal. Las mujeres se ponían con las mujeres y los hombres con los hombres, menos mi abuelo que se quedaba solo en su puerta con su mecedora apoyada en la cal de su casa. Mi abuelo era muy raro, decía mi madre, pero ya os contaré quién era mi abuelo, un Quijote ''estalinista", pero de él hablaremos más adelante.

Como os decía, en los corros el más interesante era el de las mujeres. Para un niño como yo  que descubrió el sexo en esas noches infinitas de verano, ahí junto a las mujeres, recuerdo que Rosa decía "fulanica está liá con el de la Antonia", y yo por lo bajini le preguntaba a mi madre qué era eso de liaos. Ella me decía que se dan besos. En la boca, le decía yo. Y oía a la Mercedes "cállate, niño, vete a jugar a la pelota, que no nos dejas hablar". En ese momento pasaba una chica con tacones y los labios rojos, y se oía en el corro los murmullos "esa es más puta que la María Martillo". A mi madre nunca la oí decir nada, pero yo le preguntaba "¿qué son las putas, madre?", y ella decía "mujeres que no tuvieron suerte en la vida". Rosa decía en voz alta "Joselito, las putas son las mujeres malas, las que más le gustan a los hombres", y se hacía un silencio en la calle. Mi madre rompía el silencio diciendo "acércate a ver al abuelo".

Como os decía al principio, antes de irme por los cerros de Úbeda, mi madre fue nodriza. Iba a decir que trabajó de nodriza, pero no sé si está bien decir "trabajó" aunque le pagaban por ello. Las mujeres ricas, decía mi abuela, no tienen buena leche, por no decir que tienen mala leche. Mi madre, me cuenta, se iba al dormitorio de los niños, en la casa del señorito, y allí, sentada en una silla, daba de mamar a los niños del señorito. Por cierto, yo tengo muchos hermanos de leche pero de sangre solo uno. Mi madre  me decía que nunca se había puesto seda, ''chorreras de seda" para dar de mamar. Ella se ponía de espalda a la puerta por si alguien entraba que no la sorprendiera con el pecho al aire.

Esta primera tarde de agosto quería hablaros del pudor de mi madre, pero quedó en una reivindicación a los corros de la calle de todos los pueblos del mundo. Mi madre ahora no puede bajar al corro pero yo haré corro con ella todos los días. Un gran corro para hablarle de la vida. Estáis invitad@s tod@s. Mañana hablaremos del pudor de los seres humanos y de los miedos que me crearon de niño en la escuela del corro de la calle.

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