miércoles, 20 de enero de 2021

 

LA CARPETA AZUL DEL MAESTRO

 

Esa última noche de mi estancia en el internado, no dormí nada, nos acostamos muy tarde y muy nerviosos yo aquella noche y como si fuera un presagio me dormí recordando cómo se fraguó mi entrada en el seminario.

 

Fue en Junio de 1968 a finales de mes el verano ya empezaba a calentar en las falda de Sierra Mágina, mi familia recogía las pocas pertenencias que a esas alturas del año quedaban en  el cortijo, mi padre segaba en las panderas del “Salao”. Mí hermano y yo jugábamos junto al pozo y mirábamos una gran polvareda que se acercaba por el camino, era un coche negro un Seat 1500  que llegaba levantando una gran polvareda, se notaba que los que llegaban  al cortijo no era gente de campo, nadie que pasara por esos caminos en verano podía ir a esa velocidad, venían de los pueblecitos de la Sierra de Mágina, y entraron al cortijo volando, con una prisa no conocida en el lugar, soló la guardia civil cuando llegaban al cortijo en sus redadas rutinarias entraban de esa manera, “galopando” con un auto, como entró el coche esta mañana en el camino polvoriento  del “Pelotoso”.

Llegaban en auto conducido por chofer uniformado, con la cabeza cubierta con gorra de plato y dos curas con sotana y sombrero, mí madre se secaba las manos en el mandil en la puerta del cortijo, llevaban un maletín de cuero negro y se acercaron a la puerta de la casa, con sus zapatos brillantes que enharinados de polvo no parecían zapatos, uno de ellos se espolsaba el polvo de su cartera y se colocaba el sombrero de teja, Yo no había visto nunca esos sombreros tan vistosos de ala ancha y círculos perfectos, nuestros sombreros eran de paja, mi padre le colocaba un pañuelo para proteger su cuello de aquellos calores abrasadores del sur.

                Dejaron una carpeta azul sobre una mesa preñada de aceite, allí estaba mi nombre  Joselito (José Montoro) en esa carpeta estaba escrito mi futuro inmediato, me incorporaría en septiembre al internado de Ubeda  para escolarizarme y comenzar mi primera enseñanza. Ése verano fue  muy extraño y llego septiembre y me vi delante de la verja negra del internado con una maleta de cartón de la mano de mi madre, llegamos muy temprano, de madrugada nos trajo un camión  de un vecino que llevaba aceite hacia el Norte.

 La escuela estaba cerrada, aún era de noche, yo no tenía sueño, miraba alrededor tras la verja del internado y solo veía unas luces difusas en algunas ventana. Enfrente estaba el cine, al fondo un gran pabellón oscuro, negro como la noche, lentamente fue amaneciendo, con las claras del día empecé a distinguir aquella escuela que sería mi casa en los próximos años. Ahora no estábamos solos, fueron llegando más madres con sus hijos de la mano. Mi madre hablaba con los recién llegados y me decía Joselito mira estos niños son como tú, vienen también a la escuela, yo permanecía callado, mudo, el corazón se salía de mi pequeño cuerpo.  Tenía  una sensación muy extraña, entre miedo y mucha ansiedad.

Ya con el sol fuera se acercó un sacerdote, con su sotana impecable, recién planchada, con un inmenso manojo de llaves que tintineaban en sus manos. Abrió la gran verja de hierro que parecía un gigante, la puerta “ rugía” como una bestia por falta de engrase, mi madre me cogió de la mano y  nos dirigimos a un inmenso pabellón donde estaban las aulas, era la primera vez que yo me separaba de mis padres, la primera noche que mi madre no me daría un beso para dormir y yo lloraba desconsolado y le pedía a mi madre que no me dejara en aquel lugar. Lloraba amargamente abrazado al cuerpo de mi madre, pasaron unos instantes que  me parecieron una eternidad, y se acercó un hombre con sotana y un sombrero blanco, era el Maestro, me pidió que le acompañara y yo le dije que no, le negué con la cabeza su ofrecimiento “una y mil veces” y seguí apretado al cuerpo de mí madre, con las lagrimas y los mocos manchando la falda gris de mí madre.

Después de casi una hora que permanecí sentado en las escalerillas del cine del internado suspirando de tanto llanto, se acercó de nuevo el maestro, y le preguntó a mí madre como estaba, ella no respondió, mí madre lloraba también, yo no sabía que hacer, no quería ver llorar a mí madre, y tampoco quería quedarme en el internado sin mi hermano y mi familia, pero aquello no tenía vuelta atrás, yo miraba las carteleras de la puerta del cine, por no ver las lagrimas de mí madre,- el maestro hablo, hacemos cine los jueves por la tarde, y los domingos.

El maestro cogió mi maleta de cartón y se despidió de mi madre y me ofreció su mano, y yo se la negué bruscamente, con un gesto de desprecio, el despacio se encamino hacia el aula y yo le seguí, en silencio unos pasos detrás,

-el maestro me dijo le has dado un beso a tu madre, yo lo negué, él me ordenó, ves y abraza a tú madre, luego si quieres quedarte aquí, estoy esperándote, - yo fui y abrace a mí madre, y corriendo me acerque al maestro que estaba en la puerta del aula esperando.

Abrió la puerta del aula donde todos los alumnos gritaban y reían, se hizo un silencio sepulcral y de la garganta del maestro salió mi nombre, - se llama José Montoro y es vuestro nuevo compañero, me indico mi pupitre y se fue al estrado, el maestro abrió su carpeta azul y escribió en la pizarra" decíamos ayer" bienvenidos al primer día de clase.

Ahora muchos años después, recuerdo la voz grave del maestro y vuelvo a llorar y esta vez es de alegría.

 

VALENCIA 20 DE ENERO 2021.

 

viernes, 15 de enero de 2021

 

UN INFINITO JUNCO POR TESTIGO

 

 

                Ando releyendo  y subrayando con lápiz “alemán de mina blanda” un libro del que hablaron muy bien en plena pandemia, yo ley entonces críticas muy buenas de amigos escritores, también me hablaron muy bien de esta obra la sabias lectoras  de mi club de lectura, las críticas en prensa y mis sabias amigas nunca me fallan a la hora de señalarme una lectura, se trata del INFINITO EN UN JUNCO DE IRENE VALLEJO.

   Cuando se publicó  la primera edición de ese libro en septiembre del 2019,ya lo vi cómo posibilidad de “auto regalo” para mi cumpleaños que es septiembre también yo nací el mismo mes que el magnífico libro de Irene Vallejo en septiembre.

Cuando cumplo años y es una manía mía, siempre me regalo poesía como reivindicación por los versos, le da siempre un sentido nuevo a un año que renace cada vez que apago la llama del presente, entonces empiezo la senda de un poemario, el ultimo es (Días en Blanco la poesía completa de José Luis San Pedro) me acompañara hasta septiembre de este 2021 este año tan extraño y tan “blanco” tan resbaladizo que acaba de comenzar y que espero que los libros me protejan ahora más que nunca me encomiendo a la palabra escrita.

 Nunca me auto regalo “ensayo para mi aniversario “y ya sé que no es un ensayo,  este magnífico libro es mucho más que un ensayo es un una reivindicación de la lectura, los libros nos agrandan la vida hacen que las alamedas del alma se abran en cada palabra en cada lectura hay un  abrazo un suspiro, sí claro que los libros tienen vida propia los autores y autoras, son  padres y madres de palabras escritas que nos emocionan nos hacen llorar, soñar vivir, los libros insisto nos agrandan la vida, por cierto que buena la palabra ensayar como me gusta, me lleva a otro territorio que me encanta el teatro.

En casa hace ya unos años evitan regalarme libros, porque dicen que los libros me los regalo yo y que no tengo paciencia para espera un regalo, sobre todo si es un libro que me gusta, así que ya dan por hecho que yo  me auto regalo el poemario que me gusta.

Los libros sirven para mucho, y los que sois  lectores lo sabéis de sobra, hoy he descubierto una doble capacidad de las palabras escritas, ahora estoy leyendo frente al sol que cae de las montañas de Morella un sol que brilla sobre la petrificada nieves de los “puertos Morellanos” un lugar del paraíso para tomar el sol en los días de frió como hoy, me acompaña la lectura acabo de subrayar unas palabras de Ovidio de su libro el “arte de amar tan censurado y castigado por el imperio romano, por los cristianos, el sol se ha puesto frente a mis ojos deslumbrándome con su claridad imponente,  he puesto estas alas de palabras en mi cara para protegerme, este Papyrus de James Bruce que me acompaña esta mañana esta portada antideslizante suave, me he quitado los guantes y he pasado mis dedos por la piel de esta portada tan hermosa y cómplice de El infinito en un Junco es una de mis “debilidades” pasar mis dedos por la piel del libro,  he abrazado estas palabras como si abrazara el amor del poeta Ovidio, y la emociones se conjugan, se mezclan con este Sol de invierno, con esta ternura que significa abrazar palabras, y mis ojos denuncian  también a los bárbaros que quemaban libros, tantas emociones esta mañana de Enero con el alma cargada de memoria, abrazando un texto para calentar mi cuerpo,  revindicando siempre el planeta libro como la herramienta tierna para agrandar la vida.

Morella enero 2021.    J.MONTORO