DIARIO DE UN AISLADO
MUSICA (2)
La música esto días de confinamiento me hace mucha compañía,
los cantautores especialmente han sido mi banda sonora durante años, estos días
los conciertos virtuales de los más jóvenes los estoy disfrutando mucho. Rozalén,
Ismael Serrano, Iñigo Urquijo entre otros se asomaban desde su casa guitarra en
mano versionan canciones, de otros autores y algunas suyas, yo que soy muy
cotilla miro los “los lomos” de los libros que están en sus estanterías, estos días
muchos de nosotr@s hemos abierto una
ventana virtual en nuestras casa, estamos enseñando el lugar donde escribimos,
donde cantan, donde trabajan, y es lindo saber que la lectura ocupa un lugar
importante en sus vidas, sobre todo la poesía tiene un gran espacio dentro de
las vidas de mis amig@s, recuerdo los años cuando visitabas a alguien y solo veías
en las estanterías libros comprados a metros.
Yo crecí con música y antes que entraran los cantautores en
mi vida que por cierto, entraron con los poetas aún conservo el vinilo mítico de Serrat cantando a Antonio Machado,
después llego Paco Ibáñez, y tod@s los
cantautores que fueron muchísimos l@s que agrandaron mi territorio poético, por
ellos por los cantautores yo entre en la poesía, nunca les podre pagar lo que hicieron
por mi un andaluz errante que fui muy poco a la escuela, y que sin ellos mi
vida seria muy distinta, mucho más pobre, u más triste seguro.
Yo crecí con las coplas de mi madre, que en el
barreño del corral lavaba la ropa con jabón de sosa caustica hecho por ella,
mientras apretaba la ropa sobre la tabla de lavar de su garganta brotaba unas
coplas cálidas con una dulzura muy especial, la banda sonora del corral era
maravillosa, yo me quedaba embobado oyendo
las coplas que mi madre cantaba, y las que se oían de los corrales vecinos,
coplas de León y Quiroga, y como no mi
favorita era los ojos verdes escritos por Salvador Valverde y de uno de los hermanos Quiroga
en la voz de mi madre, Conchita Piquer la
valenciana mas ilustre de la copla, era una diosa.
Mas tarde conocí en los veranos tórridos sentado en el
trillo los cantes de mi padre, cantes de trilla, sonidos calientes que caían en
la parva del trigo, cantes que acabarían en la Tahona, en la harina que del
panadero.
Luego en invierno llegaba la recolección de la oliva, allí los
hombres cantaban mientras vareaban las alas del viejo olivo, las mujeres
ensayaban los primeros villancicos, recogiendo la aceituna más madura que yacía
dormida en os suelos que en verano hizo mi padre, los niños silbábamos las
canciones de Marisol la vida es una “tómbola”, mientras que cribábamos la
aceituna.
Esa fue
mi banda sonora luego llegaron los cantautores, y ahora disfruto de la música en
un ordenador mientras escribo estos diarios escucho la música clásica que llego
un poco más tarde a mi vida.
La música estos días duros de confinamiento se nos hace
imprescindible, tiene mucho protagonismo en nuestros balcones, y en nuestra
vida virtual, las nuevas formas de entrar la música en nuestras casa son
maravillosa, y nunca más viva la música que estos días, cuando termine esta
pesadilla recordaremos cual fue la banda sonora de nuestra cuarentena, y para
acabar un viva la música, antes de salir al balcón a “morir y a resucitar” con
las canciones de mis vecinos y con mi voz cansada de silencio.
Valencia
27 de marzo 2020 13 días de aislamiento.
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