domingo, 27 de agosto de 2023

 El huerto de Plauto

( el Solano huracanado)

El viento puso fin a la cosecha de verano, decía el poema que a veces llega el viento y se lo lleva todo, los recuerdos, el posible amor, el viento pone sus condiciones, después de la tormenta no llego la calma, los emparrados y las cañas ordenadas que alzaron las tomateras son un juguete para este viento caliente de final de agosto, en el Sur decía mi padre, contra el solano no se puede Joselito lo mejor es dejarlo que juegue qué se arremoline, y que silbe.
El, el viento nos a marcado las reglas de la cosecha de verano, se acabó toca recoger los cadáveres de tomateras y pimientos y italianos.
Recoger las cañas, hacinarlas junto a la acequia y pensar en la cosecha de primavera, ahora dejamos que descanse la tierra como si le diéramos vacaciones, la tierra también se las merece un tiempo de reposo.
Hoy me acordé de mi padre, airea la tierra Joselito me decía quita la hierba y pásale el rastrillo luego déjala descansar.
En septiembre empezaré mi segundo curso de hortelano, de labrador amateur desde qué me jubilé todo lo qué hago es amateur, no lo entiendo muy bien pero todo el mundo me dice, no te preocupes si no te funciona, lo que haces lo haces por entretenerte, y aquí estoy sudando la gota gorda, y entretenido recogiendo los cadáveres de plantas que el viento tumbó con apenas un silbido, desde que comenzó esta aventura mía con la tierra supe que la naturaleza pone su ley que los elementos marcan las reglas, el viento, el calor intenso, la sequía, la lluvia el granizo, el frio el hielo, son los compañeros del labrador ellos, la tierra, el Sol, y el agua, qué hacen qué una semilla se convierta en árbol, es un misterio que me agranda la vida, ver crecer lentamente las hojitas de las espinacas qué salieron de una diminuta semilla, o las alcachofas que en verano duermen, para darles agua en septiembre, y recoger sus frutos al principio del año nuevo.
Airear la tierra, me decía mi padre, y ahora vuelvo al viento, que se lo lleva todo menos los recuerdos.
Hoy iniciamos el segundo curso en el campo, y sigo siendo aprendiz de hortelano, comienzo de nuevo y lo hago haciendo balance de todo lo que me enseñó la Tierra, la naturaleza, el campo que tanto amo mi padre.
Tengo un pequeño huerto ecológico, que me da lecciones continuas, y qué me dice que cuidar el planeta es la gran asignatura del ser humano, espero poder cumplir con la tierra el próximo curso que hoy empiezo, ganas y esperanzas no me faltan, padre solo te puedo decir que no me rendiré, y que se que todo será como la naturaleza quiera, mi compromiso es un compromiso de amor.
José Montoro
El Perigall agosto 2023.
Todas las reacciones:
Paco Ramos Macian

jueves, 24 de agosto de 2023

 Poesía en Toledo

La poesía y su poder transformador.


Ayer terminamos el curso de poesía lo hicimos a los pies de Garcilaso, dé madrugada, después de dos días debatiendo escuchando poesía compartiendo y conviviendo bajo el amparo poético, tres días en el territorio de la poesía te cambian la vida al menos a mi, a veces un verso un poema es suficiente para que tu vida te estremezca para ir de la intemperie, a la fantasía para soñar, para emocionarse basta una palabra una mirada un abrazo, vivir en poesía es todo eso y mucho mas estos días nos juntamos en el territorio de los versos que es la aldea donde habitan la inmensa «minoría» en ese territorio esa aldea global de lo humano nos juntamos para hablar de poesía o mejor dicho para preguntarnos si en estos tiempos tan convulsos, en tiempo de la posverdad, nos preguntamos si todavía es posible mirar este mundo con una mirada mas humana, una mirada poética, que bueno que alguien organice de una manera fantástica, estos encuentros de poetas, que para mi lo somos todos pues yo soy se los que piensa que todos los seres humanos tienen algo de poetas.
Alguien pensará que iluso y si quizás yo lo soy iluso, viene de ilusión y eso es algo que no, nos tiene que falta a nadie.
Anoche después de un cierre memorable de uno de los mejores poetas de este pais, una extraordinaria persona, Juan Carlos Mestre que con su ponencia recital nos emociono, nos mostro el territorio poético como un lugar para vivir, su recuerdo tan entrañable a Guadalupe Grande que nos dejo este año, nos toco de lleno, y aunque es una herida que sigue abierta, como decía Lupe las palabras curan y los abrazos sanan.
En dos días que parece que no es nada dan para mucho, y no se que me pasa pero cuando vengo de un encuentro de poetas de un festival poético ya no soy el mismo.
Ahora en el Sur recuerdo la despedida por las calles de Toledo donde tan felices fueron Buñuel, Lorca, Alberti, María Teresa León toda la generación de «plata» Toledo es una ciudad que emana versos, fuimos a la casa de los Bécquer y vimos el famoso laurel de Gustavo Adolfo, la casa de Teresa de Jesús y el lugar donde estuvo la cárcel de Juan de la Cruz, Cervantes como no también estuvo con nosotros, tantos poetas y escritores que tuvieron morada en una ciudad encantadora.
Nosotros hemos estado tres días en un curso de poesía, alguien dirá «hay gente para todo» pues si que no nos falte la poesía anoche de madrugada nos dijimos asta siempre bajo la presencia del gran Garcilaso, el año que viene volveremos a vernos y seguro que ya no somos los mismo, pero seguiremos revindicando un vivir en poesía que no es una utopía os lo aseguro un abrazo poetas.
Todas las reacciones:

miércoles, 23 de agosto de 2023

 Patrimonio en escombros.

Cuesta escribir de este olvido del abandono de lugares con vida duele mucho mas si el lugar fue el hogar de mi infancia, escribo con lágrimas en los ojos, el llanto se quedo en mi alma cuando pase para ver lo que quedaba de mi infancia a las faldas de Magina.
Hay lugares donde uno no debe volver sobre todo si están en abandono, cuantos recuerdos y cuantas generaciones dejaron su vida en estas casas, con el escombro bajo mis pies pisando el lugar donde la paja me acuno, cierro los ojos y oigo la voz de mi padre, llamándome para ir al «salao» escucho las coplas de mi madre y el cantar del gallo, el croar de las gallinas y el retozar de la yegua en la cuadra, veo a las mujeres del cortijo subiendo el agua transparente del pozo que refrescara nuestra piel en el lavadero de piedra, tantos y tantos recuerdos amontonados en unas escombrera, los ojos de Aznaitin contemplan el paisaje del olvido, y la higuera del hambre esparce su fruto inútil sobre los tejados caídos, la chimenea cegada por el abandono preside la sala donde los cadáveres, que un día acunaron el cansancio permanecen, sus esqueletos nos hablan y denuncian el olvido y la miseria, todo el cortijo es un cadáver un espectáculo dantesco que la humanidad no puede permitir, este lugar del Sur es el ejemplo de lo que el ser humano hace en todo el planeta.
Cuando dejar hundir una casa será delito, cuando la justicia mirara el paisaje y dará las casas a los sin techo, que quieran rehabilitarlas.

 Diario del hijo del mulero

El horno de los recuerdos
Cuando los días se acaban en el Sur, y el calendario dice que tengo que regresar a la casa que me dio cobijo cuando yo era un emigrante al lugar de los atardeceres rojos, donde las palmeras cantan y el mar es mucho más que una palabra, es un estado de vida, y la verdad es que yo siempre estuve junto al mar aquí en el Sur en un mar de olivos y en Valencia en Malvarrosa un mar de agua.
Hoy recordé que hace ya muchos años, cuando yo estaba al final de mi infancia tenía casi 15 años y el rió infantil de mis venas bajaba trepidante hacia la adolescencia, entonces la angustia de mis padres de no poder darnos un futuro a mí hermano y a mí, ellos cansados de la crueldad de su trabajo y el hambre, mi madre si ganas ya de remendar las alpargatas de padre, una madrugada de agosto cargaron en un camión de ganado las escasas pertenencias y casi como si fuéramos en una patera navegamos por la Loma con todos los miedos por un mar de olivos con dirección al Norte.
Hoy cuarenta y tantos años después regrese como veraneante a la tierra donde mi infancia se forjo, y casi me da vergüenza recorre mi tierra con un auto con aire acondicionado, la tierra que tanto ande de la mano de mi padre los caminos blancos polvorientos que en verano recorríamos bajo un sombrero de paja, dejando atrás las cuestas empedradas para adentrarnos en los barbechos, o en los trigales abandonados.
Ahora se apodera de mí no un recuerdo, sino algo muy poderoso una mezcla de sensación de culpa y reencuentro con mi tierra veo los jaramagos secos ahogando la puerta de un cortijo abandonado y la tristeza me abraza las tejas morunas amontonadas con las vigas de madera carcomidas por el olvido, me quedo mudo que puedo decir yo, qué un día con mucho miedo abandone esta tierra, sin saber si volvería a ver lo que mis ojos vieron durante años, no sé cuántas veces más podre hacer este camino pues el paso de los años ya hacen mella en mi cuerpo. Los olivares bajan hasta la orilla del rio Cuadros y yo mojo mis pies en sus aguas veo a lo lejos las cuevas de Bedmar siento en mí las historias de bandoleros que se contaban en los libros, veo la nostalgia en las manchas de aceite del mantel que se funde con la piedra y no sé si mis recuerdos son falsos ha pasado tanto tiempo por mi memoria que tal vez esto que cuento sea ficción, pero es cierto que el agua del rio es fría, y alivia mis calores, tan fría como en aquellos años donde después de bañarnos desnudos en el rio llenamos los cantaros y las damajuanas forradas de esparto para caminar de nuevo con dirección al cortijo como unos guerreros en busca de su castillo, llegar a los corrales donde dejar a los mulos sudorosos, despojarlos de las albardas de piel llenas de remiendos, ennegrecida por los años y el trabajo, los serones que llevan nuestras escasas pertenencias.
Hoy sentado como un forastero con unos pantalones cortos, que mi padre jamás uso mientras vivía en el Sur, sentado en una mesa de un restaurante comiendo como manjar los guiñapos que cocinaba mi madre me siento un poco traidor a mi memoria, y retorno a la presencia de mi madre que hace dos años que ya no está y sin embargo no se ira jamás mientras yo la siga recordando, ella me salva, los recuerdos de mi madre son siempre mi recurso ella, y no sé si será porque me quiso tanto siempre me dijo no sientas remordimiento de dormir en un colchón, demasiado tiempo dormiste en la paja polvorienta, demasiada hambre para tanta inocencia.
Ahora a los pies de Aznaitin a la sombra de una parra sin fruto saboreo la tarta de la abuela mientras mis vecinos de mesa comen unas buenas migas camperas en el corazón de Mágina con mí “absurdos” pantalones cortos de turista de forastero de mi desmemoria, de mis recuerdos, ahora inmortalizo mi vuelta con miles de fotos que no sé si guardare por que las fotos ahora se hacen con un celular con mucha memoria y demasiado “olvido”. Cuanto ha cambiado todo y sin embargo las voces de los niños que se bañan, en el río permanecen, gritan y se ríen y desnudos salpican el agua helada, como yo lo hice hace más de cuarenta años ahora mientras escribo estas líneas contemplo el polvo de mis sandalias, y recuerdo las alpargatas de esparto de mi padre, y me atrapa de nuevo esa culpa injusta que se nos gravo en el alma a tod@s los que huimos hace años del hambre.


Rio de Cuadros sierra de Mágina

 El huerto de Plauto.

Cuando era niño iba de la mano de mi padre al huerto, bajábamos por el camino de las tres fuentes y en el pilón nos desviábamos por el camino de la huerta de Rascaviejas, nunca supe por qué el huerto se llamaba así y eso que me lo explicaron mil veces hace años yo decidí llamarle el huerto de Plauto el célebre autor teatral romano que tanto hizo reír con sus comedias, yo en mis días triste releo las comedias de Plauto me llevan a mí infancia y a las risas que nos echábamos en Rascaviejas los domingos.
La gran fiesta del verano los domingos era ir a Rascaviejas, los niños bañándonos en la alberca, las mujeres lavando la ropa, y mi padre preparando la sartén para hacer las migas mi abuela cortaba el melón con mucho mimo bajo la hoguera.
Hoy estuve en mí huerto y rememore esos momentos con un melón qué recogí de mí cosecha, este melón estará dulce o estará fresquito me preguntó.
Mi madre le llamaba fresquitos a los melones que estaban pepinos, y ahora recuerdo que mi abuela le echaba una cucharita de miel al melón pepino.
Yo comí muchos melones "fresquitos" los melones dulces los vendía mi padre para poder comprarme a mí zapatos y ropa.
Mi familia comía todo lo que no se podía vender, los higos pequeños los tomates que estaban feos, las sandías abiertas por el sol y un largo etc., todo lo que no se podía vender, comíamos pero mi madre tenía un arte en hacer bueno lo "fresquito "las ensaladas eran mágicas, la fruta parecía llegada del paraíso comíamos la comida que comían las gallinas, y era fantástico nunca quedaba nada en la mesa de piedra de Rascaviejas, era el banquete de los domingos hoy recuerdo sus voces sus risas, y disfrutó este melón dulce qué recogí está mañana del huerto de Plauto o sea de Rascaviejas.


José Montoro agosto 2023.
No hay ninguna descripción de la foto disponible.
Todas las