DIARIO DE UN POETA CONFINADO
CARTA DEL SUR.
Cuando yo era niño con poco me conformaba las pequeñas cosas nos agrandaban la vida uno de los milagros “corales” que teníamos era la llegada del cartero con su bicicleta negra y sus alforjas de piel que caían sobre las ruedas de atrás con aquellas hebillas metálicas que cerraban aquel “carterón” gastado donde el traía las cartas, aquel cartero con su gorra de plato gris con las letras en metálico por encima de la visera, desde entonces el cartero es mí aliado el que rompe la soledad de las mañanas.
Ahora viene con un carrito de la compra de un amarillo limón, mi cartero de ahora es un fantástico joven que ya arrastra secuelas en sus piernas de un accidente laboral de hace unos años (se cayó por unas escaleras subiendo una carta certificada de un cuarto aun tercero) en los días de lluvia sube con cuidado las escaleras con su rodilla maltrecha ¿ me ha contado mil veces su accidente laboral y yo lo escucho siempre como si fuera la primera vez que me relata su terrible accidente, es un chico de una ternura muy especial y desde que le di permiso para que tocara mi timbre, aunque no llevase carta para mi todos los días toca a mí puerta y yo espero su saludo, el día que me trae correspondencia charlamos un poco más suelo recibir libros y trabajos musicales que compro o que me regalan mis amigos los cantautores que yo tanto quiero y que comparto su cariño con mi joven cartero.
Volviendo a mi cartero de la infancia os decía que las lecturas de la correspondencia eran corales, porque en mí calle éramos una gran familia y las cartas se leían en voz alta menos la parte final que se reservaban a la privacidad de la persona que loas recibía, una de las alegrías mas hermosas que nos ocurrían y que nos agrandaban la vida era leer las cartas que recibían mi familia y los vecinos en invierno las leíamos junto a la chimenea, y en verano esperábamos a las primeras horas de la tarde con las sillas de nea en la calle en un gran corro, con los niños sentados en el suelo, y los mayores sentados en silencio, mi abuela enlutada, desde que fusilaron a su hermano juro no quitarse el negro de su vestuario y así fue hasta su muerte, ni en mi boda se quito el luto y eso que yo era su nieto “favorito” ella fue vestida de riguroso luto.
En mi calle era Francisco el panadero el que leía las cartas, él antes de leerlas con todos, las leía y las repasaba primero a solas y hacia un pequeño ensayo de una lectura interna.
A cada carta le daba una lectura diferente las cartas de los hijos que emigraron les daba un tono de nostalgia subrayando siempre con su voz los logro de la fabrica donde dejaban su viada, las cartas de los muchachos que estaban en la mili él ponía un tono casi castrense con su voz seca y rigurosa, las cartas familiares las leía apoyando su voz en los nombres propios era magnifico aquel recital que nos daba el panadero en cada carta muchos de los que estaban no sabían leer y sus ojos brillaba, saltaban las lagrimas que deja la distancia y las añoranzas, como recuerdo aquellos días de principio de verano escuchado la voz de francisco los niñ@s nos encantaban las cartas de amor que nos hacían muy grande nuestra infancia casi adolescencia.
Hoy he recibido carta del sur las cartas del Sur huelen de otra manera traen una carga
“viral” de cariño siempre me gustan como escriben mis paisanos andaluces, son cartas distintas que llegan del corazón, hoy me llega carta de un rebelde con causa de el poeta cantor Manuel Gerena, el cartero ya ha visto mis emociones y el que sabe que viene del sur pues a leído el nombre del remitente me mira y me dice otro libro de un poeta andaluz y yo le hablo de mi amigo GERENA y el cartero me escucha embobado con el tono de mi voz, y recuerdo al panadero cuando entonaba las palabras de aquellas carta.
Hoy que llevaba una mañana un poco triste bastante solo con una nostalgia que a veces me invade, me ha llevado a esta tarde alegre, leyendo la vida de alguien un compañero del “alma “que admiro el cantaor Manuel Gerena un lujo su ultimo trabajo que ahora mientras escribo escucho, y estoy con Miguel Hernández con sus nanas inmortales de las cebollas y escucho como arde la tierra por “SEGUIRIYA” y los fandangos en libertad agrandan la tarde los tarantos los Martinetes, las Bamberas son mi esperanza siempre la que no me pueden robar la que me contagia ahora el cante que ensancha mi vida.
Mañana le recitare al cartero un canto libre y la vida seguirá siendo buena la ternura de las pequeñas cosas siguen vivas.
Valencia junio de 2020.
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