martes, 30 de junio de 2020


DIARIO DEL HIJO DEL CORTAOR

PESTUGAS CON FRUTO (2)



                Estos días después de mucho tiempos sin poder ir a mi casa del mar por fin acabo la alarma y pude ir a ver mi olivo del mar, el limonero de Peñismar también esta  en esos seis metros de tierra que hace cuarenta años compre, era la primera vez que yo era propietario de un poco de tierra, la compre hipotecando  los siguientes quince años de mi vida y en aquel momento no pensé en nada, solo recuerdo que mire la tierra y dije aquí lo que falta es un olivo Baezano, no se me acorde de aquel día aquella mañana de verano que mi padre me llevo a la pandera de las tres fuentes.
Hoy julio del 2020 vísperas del cumpleaños de mi padre que aunque él se fue hace un año  a labrar la tierra de su paraíso particular el vergel de Mágina, hoy e recordado la emoción que sintió mi padre cuando compro aquel añejar de la sierra de Mágina, hoy al ver el añejar de mi casa del mar que en tiempos de pandemia la deje huérfana pensé en aquella mañana de verano de 1970 que mi padre me llevo para enseñarme aquel trozo de tierra que él quería que yo heredara y que compro a los herederos de aquel labrador que emigraron a Madrid y que no querían saber nada de aquel secarral solo querían los cuatro duros que mi padre pago por aquellas treinta estacas abandonadas.
Aquella mañana que yo cortaba el secarral con mi hoz de niño y el cortaba con su hacha recién afilada en la piedra de agua que el llevaba siempre en su talega, los chupones de aquellos olivos abandonados caían al golpe seco del hacha, mí padre a cada vuelo de hacha hablaba con el olivo y le explicaba como si el árbol  fuera un ser humano  porque cortaba y lo que crecería en aquellos nuevos brotes .Mí padre era cortador “aficionado”  era uno de los trabajos que más le gustaban como os decía él hablaba con los árboles y en especial cuando cortaba las ramas mantenía una conversación de hombre a árbol que a mí siempre me fascino ( y que ahora me recuerda los versos del poeta mí admirado Mario Benedetti de árbol a árbol), estuvimos limpiando la tierra con todas nuestras fuerzas, comimos a la sombra “falsa” de un olivo olvidado,  mi padre con las ramas más grandes hizo una choza enorme  como las que hacía en el ¿melonar de Rasca viejas? trabajamos hasta que llego la noche, extenuados como dos guerreros al final de la batalla bebimos el agua fresca de los cantaros, y la que sobro se la echamos a un alevín de  higuera que descubrimos bajo las zarzas del laero.
Mi padre era muy feliz en su día y pensaba que aquellos olivos los heredaríamos algún día mi hermano y yo y que trabajaríamos la tierra como el hacía ahora, pero no fue así tres años después llego el “exilio del hambre” y aquel vergel se lo quedaron mis primos que lo vendieron para comprarse un apartamento en la playa.
Hoy en la costa de Azahar en mi casa del mar frente aun secaral que me dejo
 el covid -19 recuerdo a mi padre yo no tengo hacha ni piedra de agua nunca supe aprender el oficio de cortador y apenas tengo nociones de jardinería soy un aprendiz de corta y tengo apenas un serrucho de madera para cortar las ramas, hoy perdido, recordé a mi padre tratando de saber cual eran las ramas que le sobraban al árbol y hablé con el olivo como mi padre hablaba con los árboles.
  Mientras cortaba las ramas con una tutorial de “YouTube” que me dejo más perdido que una ¿cabra en un garaje? Pues hay mil tutorías para olivos, de jardín,  olivos de cosecha, hasta olivos de rotonda un maremágnum que mi padre seguro no entendería, yo preguntaba a mí olivo del mar que como se sentía el si de jardín  o de cosecha, y conversaba con el y le hablaba de mí padre a este alevín del sur que sobrevivió un verano y que ahora mientras converso con el veo a aquel secarral que compro mi padre, donde las pestugas tenían fruto hace 50 años aquel verano de 1970 donde mi padre me dio las primeras lecciones de cortador y sobre todo de vida, las de cortaor no las recuerdo las de su vida viven conmigo y a diario converso con el que esta en el cielo del Pelotoso a las faldas de Magina.
Valencia julio del 2020


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