DIARIO DEL HIJO DEL CORTAOR
PESTUGAS CON FRUTO (2)
Estos días
después de mucho tiempos sin poder ir a mi casa del mar por fin acabo la alarma
y pude ir a ver mi olivo del mar, el limonero de Peñismar también esta en esos seis metros de tierra que hace cuarenta
años compre, era la primera vez que yo era propietario de un poco de tierra, la
compre hipotecando los siguientes quince
años de mi vida y en aquel momento no pensé en nada, solo recuerdo que mire la
tierra y dije aquí lo que falta es un olivo Baezano, no se me acorde de aquel día
aquella mañana de verano que mi padre me llevo a la pandera de las tres fuentes.
Hoy julio del 2020 vísperas del
cumpleaños de mi padre que aunque él se fue hace un año a labrar la tierra de su paraíso particular el
vergel de Mágina, hoy e recordado la emoción que sintió mi padre cuando compro
aquel añejar de la sierra de Mágina, hoy al ver el añejar de mi casa del mar
que en tiempos de pandemia la deje huérfana pensé en aquella mañana de verano
de 1970 que mi padre me llevo para enseñarme aquel trozo de tierra que él quería
que yo heredara y que compro a los herederos de aquel labrador que emigraron a Madrid
y que no querían saber nada de aquel secarral solo querían los cuatro duros que
mi padre pago por aquellas treinta estacas abandonadas.
Aquella mañana que yo cortaba el
secarral con mi hoz de niño y el cortaba con su hacha recién afilada en la piedra
de agua que el llevaba siempre en su talega, los chupones de aquellos olivos
abandonados caían al golpe seco del hacha, mí padre a cada vuelo de hacha
hablaba con el olivo y le explicaba como si el árbol fuera un ser humano porque cortaba y lo que crecería en aquellos
nuevos brotes .Mí padre era cortador “aficionado” era uno de los trabajos que más le gustaban
como os decía él hablaba con los árboles y en especial cuando cortaba las ramas
mantenía una conversación de hombre a árbol que a mí siempre me fascino ( y que
ahora me recuerda los versos del poeta mí admirado Mario Benedetti de árbol a árbol),
estuvimos limpiando la tierra con todas nuestras fuerzas, comimos a la sombra “falsa”
de un olivo olvidado, mi padre con las
ramas más grandes hizo una choza enorme como las que hacía en el ¿melonar de Rasca
viejas? trabajamos hasta que llego la noche, extenuados como dos guerreros al
final de la batalla bebimos el agua fresca de los cantaros, y la que sobro se
la echamos a un alevín de higuera que
descubrimos bajo las zarzas del laero.
Mi padre era muy feliz en su día
y pensaba que aquellos olivos los heredaríamos algún día mi hermano y yo y que trabajaríamos
la tierra como el hacía ahora, pero no fue así tres años después llego el “exilio
del hambre” y aquel vergel se lo quedaron mis primos que lo vendieron para
comprarse un apartamento en la playa.
Hoy en la costa de Azahar en mi
casa del mar frente aun secaral que me dejo
el covid -19 recuerdo a mi padre yo no tengo
hacha ni piedra de agua nunca supe aprender el oficio de cortador y apenas
tengo nociones de jardinería soy un aprendiz de corta y tengo apenas un
serrucho de madera para cortar las ramas, hoy perdido, recordé a mi padre tratando
de saber cual eran las ramas que le sobraban al árbol y hablé con el olivo como
mi padre hablaba con los árboles.
Mientras
cortaba las ramas con una tutorial de “YouTube” que me dejo más perdido que una
¿cabra en un garaje? Pues hay mil tutorías para olivos, de jardín, olivos de cosecha, hasta olivos de rotonda un maremágnum
que mi padre seguro no entendería, yo preguntaba a mí olivo del mar que como se
sentía el si de jardín o de cosecha, y
conversaba con el y le hablaba de mí padre a este alevín del sur que sobrevivió
un verano y que ahora mientras converso con el veo a aquel secarral que compro
mi padre, donde las pestugas tenían fruto hace 50 años aquel verano de 1970
donde mi padre me dio las primeras lecciones de cortador y sobre todo de vida,
las de cortaor no las recuerdo las de su vida viven conmigo y a diario converso
con el que esta en el cielo del Pelotoso a las faldas de Magina.
Valencia julio del 2020
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