lunes, 3 de junio de 2024

 

BIDEMDUM

 

Al final de la feria de Agosto en  mi pueblo en Baeza, aquel año de 1973 última semana de agosto, esa era la fecha que mi madre puso para dejar mi tierra y empezar una nueva vida  lejos del Sur, fueron unas fiestas raras con mucha incertidumbre, y despedidas, yo tenía 14 años y en realidad no savia donde iba a comenzar esa nueva vida, mi madre me dijo que era en un pueblecito pequeño cerca de Valencia, busque donde estaba ese pueblo, en un mapa que me regalo mi tío, uno de esos mapas de carreteras de Michelin, que tenía aquel muñeco de plástico gordinflón, que a mi tengo que reconocerlo no me gustaba, me daba miedo, yo veía en aquel muñeco un fantasma, una momia que se elevaba encima del acero viejo, una figura que yo en sueños la vi  en el cementerio de Baeza , encima de la puerta presidiendo el campo santo, junto aquel copón de piedra tapado por un velo negro.

Siempre he de confesarlo fui un niño miedoso y con bastante imaginación, también es cierto que un día parado en la puerta del taller, viendo aquel muñeco diabólico  llamado BIDEMDUM, el dueño del taller me dio un buen susto apareció detrás de mí con una sábana blanca llena grasa en su cabeza, yo todavía estoy corriendo, me fui llorando aterrado, eran aquellas bromas macabras que se hacían aquellos años a los niños, no olvidare aquella tarde de invierno jamás tenía unos ocho años, y aquella imagen me acompaño durante años en mis pesadillas nocturnas.

Una tarde de agosto cuando se acercaba la fecha de irnos a vivir a Valencia, saque de mi caja de galletas metálica aquel mapa que me regalo mi tío, cuando lo abrí vi que el recorrido de Baeza a Valencia estaba marcado con lápiz, estaban todas las paradas que mi tío hacía en el trayecto en aquellos viajes interminables de los años 60, en un Seat 600 blanco  cargado de garbanzos y aceite, con toda la familia, con las maletas de cartón, y la rueda de recambio en la baca de aquel coche que nos enamoraba.

Hoy buscando entre los escasos recuerdos que guardo de mi madre encontré la caja de galletas oxidada,  la abrí con premura pensando que encontraría el mapa de “ BIDEMDUM “ no estaba aquel mapa que me regalo mi tío pero si encontré una foto de mi hermano y mía una foto que mi madre guardo, era  su tesoro, aquella imagen de mi hermano con los bracitos sobre los hombros, eran su gran tesoro, no sé cuántas veces ella abriría aquella lata metálica ni cuantas lagrimas cabían en esa lata de galletas que se oxido de llanto y olvido, esa lata donde estuvo el mapa de mi vida.

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