domingo, 16 de agosto de 2020

 

Diario de un poeta  desubicado.

 

 

 

                Gracias.

 

 

                Hace pocas fechas que os hablaba de las pesadillas y sueños  de la infancia, de la mía y de otros, pero en concreto de las mías, los últimos años y en especial este 2020 que los insomnios y las pesadillas se acrecentaron supongo que por los meses que anduvimos en confinamiento, aunque yo esos sueños los arrastro de hace unos años en concreto desde la primera vez que mi madre estuvo ingresada en un hospital, esos días que nos pasamos cuidando a nuestros seres queridos nos pasan factura a tod@s de por vida.

                A menudo nos pasamos buscando la felicidad de una manera casi “esquizofrénica” endiosamos el ser feliz de una manera estúpida y eso nos frustra, a mí me pasa.

 Cuando la ansiedad me atrapa quiero huir, volar a cualquier lugar donde me liberé de la angustia y a pesar que sé que solo me liberaré de ese ahogo cuando haga mi viaje interior, cuando camine por las alamedas desnudo sin miedo, cuando la “hiena” que habita en mí pecho deje de rasgarme el corazón, y sea un gatito recién nacido el que acaricia mi alma, cuando deje de echar sal en mis heridas, y entienda que la vida tiene momentos y que como dice la canción hay mañanas tristes que traen tardes alegres, cuando no tenga miedo a la noche y al contar las horas insomnes que pasan por mi vida, y en ello estoy buscando la puerta de mi interior que da a mi celda de sosiego y paz, silencio, solo silencio no quiero nada más un camino que me lleve al territorio de Ítaca, pero ese  lugar no lo encuentro.

Estos días he estado en la patria del silencio, un lugar del Sur llamado Rute, donde Rafael  Alberti se refugió tal vez buscando silencio, bueno la verdad que fue para terminar su poemario “Marinero en Tierra” y en Rute además le llegó la noticia de que ese año era premio nacional de literatura, en ese silencio Ruteño me imagino a Rafael celebrando con anís  “Machaquito”  que se fabrica cerca de la casa de su hermana de ALBERTI donde él se instalaba cuando iba a RUTE, aún quedan los ecos de aquella cerebración y no es para menos el pintor poeta llegaba a la literatura por la puerta grande con un premio nacional.

No se cómo celebraran ahora los poetas el premio nacional de poesía supongo que llamando a su editor, para que ponga la maquinaria en marcha  de sacarle rendimiento al premio (que mal pensado soy verdad).

Decía Alberti en la arboleda perdida “Casi de noche llegué a Rute , cargada el alma de olivares “llego en invierno, en un invierno lluvioso y silencioso, un lugar sobrecogedor donde el silencio llora de frio, este pueblo me cuenta un lugareño, hoy  que hace un calor infernal, me dice que en el invierno se trasforma, este pueblo blanco es sobrecogedor, de pesadilla me cuentan.

Los aprendices de poetas  como yo somos un poco “mitómanos” y nos gusta recorrer los rincones de nuestros poetas admirados, buscar el paisaje el detalle donde el poeta escribió los versos, nos emociona caminar por las calles donde el poeta dejo su huella.

Y aquí estoy en este lugar único en el planeta, pues bajo las faldas de un monte esta la republica que maneja con dulzura un Anarco patafisico  irrecuperable(Pascual Rovira) el hace años que ha hecho posible esta utopía que es darle dignidad y rango de seres entrañables a estos animales más nobles burr@s que dan abrazos  y rebuznan cantando, cerdos como Dior que gruñen de alegría, y un millón de razones que ahora me confirman que de verdad si se puede, se puede, y se vive en poesía en Rute vine buscando la huella de Juan Ramón Jiménez, la de Alberti y me encontré con un paraíso poético que está en el equilibrio del ser humano los animales y la naturaleza, todos en armonía, por eso ahora en un silencio Ruteño quiero dejar unas palabras. Gracias por todo y por tanto.

 

 

Rute 12 de agosto 2020.

 

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