Diario de un poeta
desubicado.
Gracias.
Hace
pocas fechas que os hablaba de las pesadillas y sueños de la infancia, de la mía y de otros, pero en
concreto de las mías, los últimos años y en especial este 2020 que los
insomnios y las pesadillas se acrecentaron supongo que por los meses que
anduvimos en confinamiento, aunque yo esos sueños los arrastro de hace unos
años en concreto desde la primera vez que mi madre estuvo ingresada en un hospital,
esos días que nos pasamos cuidando a nuestros seres queridos nos pasan factura
a tod@s de por vida.
A
menudo nos pasamos buscando la felicidad de una manera casi “esquizofrénica”
endiosamos el ser feliz de una manera estúpida y eso nos frustra, a mí me pasa.
Cuando la ansiedad me atrapa quiero huir, volar
a cualquier lugar donde me liberé de la angustia y a pesar que sé que solo me
liberaré de ese ahogo cuando haga mi viaje interior, cuando camine por las
alamedas desnudo sin miedo, cuando la “hiena” que habita en mí pecho deje de
rasgarme el corazón, y sea un gatito recién nacido el que acaricia mi alma,
cuando deje de echar sal en mis heridas, y entienda que la vida tiene momentos
y que como dice la canción hay mañanas tristes que traen tardes alegres, cuando
no tenga miedo a la noche y al contar las horas insomnes que pasan por mi vida,
y en ello estoy buscando la puerta de mi interior que da a mi celda de sosiego
y paz, silencio, solo silencio no quiero nada más un camino que me lleve al
territorio de Ítaca, pero ese lugar no
lo encuentro.
Estos días he estado en la patria
del silencio, un lugar del Sur llamado Rute, donde Rafael Alberti se refugió tal vez buscando silencio,
bueno la verdad que fue para terminar su poemario “Marinero en Tierra” y en
Rute además le llegó la noticia de que ese año era premio nacional de
literatura, en ese silencio Ruteño me imagino a Rafael celebrando con anís “Machaquito” que se fabrica cerca de la casa de su hermana
de ALBERTI donde él se instalaba cuando iba a RUTE, aún quedan los ecos de
aquella cerebración y no es para menos el pintor poeta llegaba a la literatura
por la puerta grande con un premio nacional.
No se cómo celebraran ahora los
poetas el premio nacional de poesía supongo que llamando a su editor, para que
ponga la maquinaria en marcha de sacarle
rendimiento al premio (que mal pensado soy verdad).
Decía Alberti en la arboleda
perdida “Casi de noche llegué a Rute , cargada el alma de olivares “llego en
invierno, en un invierno lluvioso y silencioso, un lugar sobrecogedor donde el
silencio llora de frio, este pueblo me cuenta un lugareño, hoy que hace un calor infernal, me dice que en el
invierno se trasforma, este pueblo blanco es sobrecogedor, de pesadilla me
cuentan.
Los aprendices de poetas como yo somos un poco “mitómanos” y nos gusta recorrer
los rincones de nuestros poetas admirados, buscar el paisaje el detalle donde
el poeta escribió los versos, nos emociona caminar por las calles donde el
poeta dejo su huella.
Y aquí estoy en este lugar único
en el planeta, pues bajo las faldas de un monte esta la republica que maneja
con dulzura un Anarco patafisico irrecuperable(Pascual
Rovira) el hace años que ha hecho posible esta utopía que es darle dignidad y
rango de seres entrañables a estos animales más nobles burr@s que dan abrazos y rebuznan cantando, cerdos como Dior que
gruñen de alegría, y un millón de razones que ahora me confirman que de verdad
si se puede, se puede, y se vive en poesía en Rute vine buscando la huella de
Juan Ramón Jiménez, la de Alberti y me encontré con un paraíso poético que está
en el equilibrio del ser humano los animales y la naturaleza, todos en armonía,
por eso ahora en un silencio Ruteño quiero dejar unas palabras. Gracias por
todo y por tanto.
Rute 12 de agosto 2020.
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