Septiembre en el huerto de Plauto
La nostalgia en el brocal de la alberca.
Al final de mí infancia, cuándo abandone mi niñez, apenas con diez años, los finales del verano eran tristes, mí hermano y yo nos sentábamos en el filo de la alberca de la huerta de Rascaviejas, el agua empezaba ha estar muy fría, y los dos nos secábamos al sol tiritando de frio, recuerdo que mí hermano encontró en el fondo del agua un manojo, un puñado de lana de oveja, en esa alberca se lavaban al principio del verano la lana de las ovejas, los hombres esquivaban a la ovejas, y las mujeres lavaban la lana entre coplas y risas, mi padre preparaba la choza que durante dos meses, nos daría cobijo, los baños en la alberca, y las largas noches de Verano, son inolvidables las tardes leyendo el único libro que yo tenía, en la primera hoja tenía el nombre del médico donde mi madre " servía " las paginas amarillas con manchas de sandía, eran mi pasaporte al mundo, Julio Verne me acompañaba todo el verano, la vuelta al mundo en ochenta días agrandaba mis veranos.
Cuando agostó agonizaba mi padre recogía los restos de las plantas de tomates, melones y sandías y las echaba dentro de la choza, no lo olvidaré nunca era el último domingo de Agosto, mi padre nos decía insistentemente no os dejéis nada dentro de la choza, y no nos podíamos dejar nada, porque nosotros nada teníamos, o mejor dicho nosotros eramos ricos estábamos llenos de emociones, teníamos una colección de noches estrelladas, lunas llenas, y muchos sueños que dejábamos dentro de la choza, mi padre encendía el esqueleto de una planta de maíz y como si fuera una antorcha la dejaba dentro de la choza,el fuego rápidamente se extendía a las en las costillas de aquella construcción provisional, el humo salía por el techo arciprestado de la que fue nuestra morada en verano, y mientras crujían las cañas de la estructura mi hermano y yo mirábamos el fuego, mi padre echaba los restos de plantas secas, al fuego, los tres en silenció sabíamos que algo muy hermoso había terminado era el final del verano.
Luego llegaba septiembre y yo volvía al internado, volvía a vestir mi cuerpo de angustia, de ansiedad la sotana negra que cubría mi cuerpo, las eternas horas de estudio, en la capilla donde cada mañana me obligaban a ir, a rezar el padre nuestro, hay yo veía el globo de Julio Verne y deseaba qué el viniera a por mí.
Hoy septiembre recogiendo las últimas plantas en el huerto de Plauto bajo la Morera que me da sombra volví a ver el globo de mi infancia, sentí que el tiempo se escapa entre los dedos, que la vida es buena, la tierra se vuelve a labrar, que pronto nacerán nuevas flores que seguirán agrandando la vida, la vida ese paréntesis que decía el poeta.
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