lunes, 22 de julio de 2024

 

Espigando en el Sur
 
 
Hace dos semanas nos perdimos por los campos de la Mancha Castellana, los campos de trigo, son una de mis grandes pasiones, me gusta verlos en primavera cuando verdean, cuando nace y crece el trigo el paisaje se cubre de verdes imposibles, las amapolas se ponen de gala y crecen furtivas en medio de un manto verde virginal, recuerdo la voz de mi padre que me decía Joselito "cucha" como esta el campo, las emociones le salían por los ojos, si caia una lluvia mansa en primavera salia al campo y pasaba sus manos por las espigas, acariciaba la siembra como si acaricia a mí madre, en verano se segaba y se cogía la cosecha, que era para el patrón mi Padre nunca tuvo tierra calma en propiedad no tenía dinero para comprarla, en 30 años no pudo ahorrar para comprar un trozo de tierra bastante tubo con resistir las hambres de la posguerra, toda su vida fue jornalero trabajando para alguien que si tenían tierras, el amaba la tierra aunque no fuera suya le daba igual, sembraba cargado de emociones y la brava la tierra con una yunta que tampoco era suya y que también la quería, el hablaba con aquella mula torda que creció con el.
En verano las cuadrillas de segadores bajaban al campo, y con sus hoces cortaban el fruto, las espigas de trigo se amontonaban en fardos para llevar a la era.
Las mujeres y los niños íbamos a espigar a los campos para recoger lo qué se quedaba en el campo que era para nosotros, para la familia de esos jornaleros sin tierra, en invierno íbamos a la rebusca de la aceituna, y en verano espigábamos el calor era terrible, espigábamos por la mañana temprano casi no se veía el trigo pasábamos las manos por la paja buscando las espigas, no estaba bien visto espigar, como tampoco esta bien visto rebuscar aceituna, nos trataban muchas veces cómo furtivos como delincuentes, la pareja de la guardia civil se colocaban en los caminos, con sus capotes de miedo, aun en verano esas capas y esos tricornios sembraban de miedo el campo,  alguna vez me contaron qué los rebuscadores, fueron llevados al cuartelillo, y algunos denunciados por un trigo espigado con mucha fatiga.
Éstos días veía a las grandes cosechadoras recoger el trigo no dejaban ni una espiga pase horas el el barbecho y apenas encontré un manojito de espigas que ahora tengo en el salón cómo una obra de arte, ahora contempló mi espigas, bajó el fresco de un ventilador y recuerdo a mi madre con un sombrero de paja espigando en el camino de las tres fuentes, en el Sur, ahora veo a los niños metiendo en la talega aquellas espigas que tantas veces nos salvaron del hambre, fue en toda la península Ibérica espigamos, rebuscamos, recolectabamos lo que quedaba en la tierra para saciar el hambre y nos trataban como delincuentes, estos días ya nadie sale a espigar las cosechadoras, la tecnología no deja ni una espiga en el barbecho y además casi nos nos importa el trigo, hace mucha calor y estamos en otro mundo.
 
 
Qué tiempos aquellos.

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