DIARIO DE UN CONFINADO
LA ESPERANZA Y EL OLIVO
Hace ya
muchos años cerca de los cerros de Úbeda, una mañana tórrida de agosto paseando
como buen forastero por el mercadillo semanal, que es una de las visitas que
mas me gustan cuando viajo a una ciudad.
Cuando llego a una ciudad, mí primer destino es la
oficina de turismo , lo primero que pregunto es al funcionario que me atiende, por
el patrimonio cultural, en realidad lo que quiero saber es cuando montan el mercado
ambulante en la ciudad, siempre es la última pregunta que hago, confieso que
hace unos años tenía vergüenza de preguntarlo
y esa tarea se la dejaba a mí acompañante, ahora con los años, uno ya
perdió la vergüenza, y revindico la venta ambulante, las voces de los vendedores
que cantan sus productos al cielo, esas voces que forman parte de mi banda
sonora de mi vida
En el mercado como decía Patxi Andión
cabe todo como en el rastro, lo que usted quiera lo tenemos, es un gran centro
comercial puesto en la calle sin probadores ni aseos y la garantía la de “si no
te viene bien me lo traes la semana que viene” yo siempre estoy aquí y aunque
no sea cierto tú te lo crees, y además que importa si la semana que viene no
sabrás donde estarás, ni tú ni el vendedor. Bueno eso me pasaba a mí porque mí
madre en el pueblo conocía a todos los vendedores ambulantes, eran como una
gran familia recuerdo que yo sentía vergüenza cuando iba con ella por que me
presentaba a todo el mundo ¿este es mi hijo el mayor les decía presumiendo de
hijo? a ella le encantaban los mercados ambulantes y le gustaba que fuera yo
con ella me decía que así no tenia que preguntar los precios, (ella no sabía
leer) yo agarrada a su brazo caminaba entre los pintorescos puestos me
encantaban el puesto de las especias, el de los encurtidos con esas aceitunas
machacadas con olor a orégano, mí madre era feliz sus ojos brillaban, se le
iban todos los males caminaba erguida y se le olvidaba su reuma crónica,
dábamos un par de vueltas por aquel sitio mágico.
No se si alguna vez has ido con
tu madre al mercado, pero es una experiencia fantástica mi madre desde que
emigro a Valencia todo lo compraba en el mercado ambulante, en los años de mi
infancia ella compraba en las tiendas del pueblo que le “fiaban “porque ella no
tenía dinero siempre, otro día hablaremos de esos años y como resistían
tenderos y compradores.
En los mercados ambulantes conviven como
sabéis todo tipo de cosa algunas necesarias y otras inútiles, desde la ropa
interior mas provocativa hasta los calzoncillos de los mayores, zapatos para todos,
los tacones más provocativos y las abarcar para los labradores.
Mí madre regateaba siempre con el
vendedor, era como un sainete teatral el dialogo que se producía peleando cada
peseta, cada uno tirando para un lado un instante cómico y a veces casi trágico
verlos regatear a comprador y vendedor, yo me enfadaba con mi madre le decía
que no se enfadara con los vendedores y ella me decía con mucha gracia “si yo
no me enfado, yo regateo Joselito me decía” y luego volvía al puesto de las
verduras y ajustaban el precio y ella sacaba de su viejo monedero unas monedas
y se las entregaba al hortelano, aun refunfuñando.
Su sitio preferido era el de las
macetas le perdían las flores, mi padre decía que no iba al mercado por que
siempre venia cargado con una maceta, era una guerra permanente un matrimonio
que se ponía en peligro cada vez que iban juntos al mercado ambulante, y sobre
todo la pelea era por las flores, mi padre como buen hortelano decía que solo
las flores que dan fruto valen la pena, lo de más decía enfadado es tirar el
dinero.
La ultima vez que fui al mercado
con ella fue en mí tierra en el Sur recuerdo que compro una maceta preciosa de hierbabuena
,le entro por los ojos, y en el regateo entro una “estaquilla” que estaba medio
moribunda tirada en el suelo con las hojas “cansadas” te la regalo le dijo el
vendedor, ¿menudo regalo me haces le respondió mi madre un olivo medio muerto,
salimos del mercado cargados y con el moribundo olivo bajo mi brazo, mi madre
me dijo vamos a buscar una fuente, y mojamos las hojas y la poca tierra
arcillosa que le quedaba en sus raíces, lo llevamos a casa y en los siguientes días
el olivo estuvo en la UVI de mi balcón lo trajimos medio moribundo a Valencia y
durante años permanece en mi casa, el pobre olivo no encontraba su salud y paso
unos años con su crónico abatimiento, este año le encontré el sitio en casa
donde entra un rayo de luz, y sea erguido ha decidido vivir, hoy le he vito por
primera vez unas flores que serán aceitunas en otoño, y me acorde de mi madre y
de mi padre, tengo flores y fruto en un olivo que sacamos de la UVI, me acorde
los amigos que han salido de esta enfermedad, y de lo importante que es tener
un ángel sanitario que crea en la vida como mi madre.
Valencia 31 de MAYO 2020 confinado con la vida.
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