martes, 9 de mayo de 2023

 EL BUZON DE BABILONIA (1)

De un tiempo a esta parte las ciudades y los pueblos van quedando huérfanas de objetos que nos agrandaron la vida, en nombre del progreso, nos han dejado sin buzones si cabinas de teléfono sin fuentes para beber, sin oficinas de bancos, ahora para sacar mi dinero del banco, tengo que andar dos kilómetros, y para hacer una mínima gestión me piden cita previa que dos palabras más crueles “ cita previa” que bien les vino la pandemia para cambiar nuestras vidas para empobrecer nuestros derechos sociales, otro día hablaremos de la pos pandemia y la cita previa, ahora antes de que me pierda por los cerros de Úbeda, quería denunciar a la banca por cierto salvada por los impuestos de todos nosotros, a ver que día empiezan a devolver el dinero que les dimos para “salvarlos”, la banca esa que nos toco “ rescatar” me hace caminar cuatro kilómetros para tener dinero, ¿ya sé que las entidades bancarias lo hacen por mi bien para que camine? Bueno a la banca como algunos políticos hay que darle de comer a parte otro día hablaremos de sus continuos desmames.
Hoy quería hablaros de los buzones de correos, en mi ciudad casi han desaparecido hace 50 años cuando yo llegue a este paraíso huyendo del hambre de mi Sur amado, las cartas eran el medio para comunicarnos, las correspondencia era la herramienta más humana que yo he conocido entonces mis abuelos que se quedaron en el Sur no tenían teléfono, ni soñaban tenerlo si no tenían agua potable en casa ni baño ni nevera, eso era para ricos nunca tuvieron teléfono no se lo podían pagar tenían las cartas como único lazo afectivo, las cartas eran la cosa más grande que teníamos, mis padres no sabían escribir y mi hermano y yo nos turnábamos para escribir las cartas para que supieran de nosotros enviábamos a mis abuelos que yo los llamaba padres no olvidare jamás a mi mama Jéroma fue mi ángel de la guarda, mis abuelos tampoco sabían escribir, le escribían las cartas los vecinos, en el Sur los todos éramos una gran familia no teníamos secretos compartimos alegría y dolor, no pasábamos hambre porque lo que no tenia uno el otro se lo daba, nunca como entonces viví la verdadera solidaridad la gran familia que era mi calle son detalles de mi vida historias que se crearon escritas en mi alma y que jamás olvidare, las cartas se leían en la calle sentados en una silla de enea en las noches calurosas de verano, y en invierno al amparo de la chimenea de mi chacha Rosa, que no era de mi sangre pero era mi chacha, como todas mis vecinas, y hablo de las vecinas por que las mujeres no podían ser mas buenas mas tiernas, mas cariñosas con una gracia y una alegría para endulzar aquellas vidas humildes, los hombres mantenían una distancia que nunca entendí no daban besos ni abrazos, las mujeres nos llenaban de abrazos y ” achuchones “ cariñosos eran puro amor, todavía conservo, en mi calle a mi chacha Blasa que es visita obligada cada vez que voy a mi tierra.
Como recuerdo las vidas de gentes que hoy si estar me siguen agrandando la vida, las historias que compartimos nos unirán para siempre.
Cuando pasaba el cartero por la calle era una fiesta, cuando recibíamos la correspondencia, yo leía las cartas a mis padres, cartas que empezaban “por la presente espero que estéis bien, nosotros todos bien” y era imposible no llorar, leyendo aquella correspondencia que nos unía, llorábamos todos, algunos con lagrimas calladas, era un llanto coral que nos traía miles de detalles de historias que nos unían, eran las cartas la correspondencia que comunicaba nuestras emociones y hasta nuestro paisaje, nuestra existencia estaba en aquellas palabras escritas con el corazón.
Jose Montoro Mayo 2023
EL BUZON DE BABILONIA (1)
De un tiempo a esta parte las ciudades y los pueblos van quedando huérfanas de objetos que nos agrandaron la vida, en nombre del progreso, nos han dejado sin buzones si cabinas de teléfono sin fuentes para beber, sin oficinas de bancos, ahora para sacar mi dinero del banco, tengo que andar dos kilómetros, y para hacer una mínima gestión me piden cita previa que dos palabras más crueles “ cita previa” que bien les vino la pandemia para cambiar nuestras vidas para empobrecer nuestros derechos sociales, otro día hablaremos de la pos pandemia y la cita previa, ahora antes de que me pierda por los cerros de Úbeda, quería denunciar a la banca por cierto salvada por los impuestos de todos nosotros, a ver que día empiezan a devolver el dinero que les dimos para “salvarlos”, la banca esa que nos toco “ rescatar” me hace caminar cuatro kilómetros para tener dinero, ¿ya sé que las entidades bancarias lo hacen por mi bien para que camine? Bueno a la banca como algunos políticos hay que darle de comer a parte otro día hablaremos de sus continuos desmames.
Hoy quería hablaros de los buzones de correos, en mi ciudad casi han desaparecido hace 50 años cuando yo llegue a este paraíso huyendo del hambre de mi Sur amado, las cartas eran el medio para comunicarnos, las correspondencia era la herramienta más humana que yo he conocido entonces mis abuelos que se quedaron en el Sur no tenían teléfono, ni soñaban tenerlo si no tenían agua potable en casa ni baño ni nevera, eso era para ricos nunca tuvieron teléfono no se lo podían pagar tenían las cartas como único lazo afectivo, las cartas eran la cosa más grande que teníamos, mis padres no sabían escribir y mi hermano y yo nos turnábamos para escribir las cartas para que supieran de nosotros enviábamos a mis abuelos que yo los llamaba padres no olvidare jamás a mi mama Jéroma fue mi ángel de la guarda, mis abuelos tampoco sabían escribir, le escribían las cartas los vecinos, en el Sur los todos éramos una gran familia no teníamos secretos compartimos alegría y dolor, no pasábamos hambre porque lo que no tenia uno el otro se lo daba, nunca como entonces viví la verdadera solidaridad la gran familia que era mi calle son detalles de mi vida historias que se crearon escritas en mi alma y que jamás olvidare, las cartas se leían en la calle sentados en una silla de enea en las noches calurosas de verano, y en invierno al amparo de la chimenea de mi chacha Rosa, que no era de mi sangre pero era mi chacha, como todas mis vecinas, y hablo de las vecinas por que las mujeres no podían ser mas buenas mas tiernas, mas cariñosas con una gracia y una alegría para endulzar aquellas vidas humildes, los hombres mantenían una distancia que nunca entendí no daban besos ni abrazos, las mujeres nos llenaban de abrazos y ” achuchones “ cariñosos eran puro amor, todavía conservo, en mi calle a mi chacha Blasa que es visita obligada cada vez que voy a mi tierra.
Como recuerdo las vidas de gentes que hoy si estar me siguen agrandando la vida, las historias que compartimos nos unirán para siempre.
Cuando pasaba el cartero por la calle era una fiesta, cuando recibíamos la correspondencia, yo leía las cartas a mis padres, cartas que empezaban “por la presente espero que estéis bien, nosotros todos bien” y era imposible no llorar, leyendo aquella correspondencia que nos unía, llorábamos todos, algunos con lagrimas calladas, era un llanto coral que nos traía miles de detalles de historias que nos unían, eran las cartas la correspondencia que comunicaba nuestras emociones y hasta nuestro paisaje, nuestra existencia estaba en aquellas palabras escritas con el corazón.
José Montoro Mayo 2023
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