jueves, 1 de junio de 2023

 DIARIO DE UN CONFINADO

LA ESPERANZA Y EL OLIVO
Hace ya muchos años cerca de los cerros de Úbeda, una mañana tórrida de agosto paseando como buen forastero por el mercadillo semanal, que es una de las visitas que mas me gustan cuando viajo a una ciudad.
Cuando llego a una ciudad, mí primer destino es la oficina de turismo , lo primero que pregunto es al funcionario que me atiende, por el patrimonio cultural, en realidad lo que quiero saber es cuando montan el mercado ambulante en la ciudad, siempre es la última pregunta que hago, confieso que hace unos años tenía vergüenza de preguntarlo y esa tarea se la dejaba a mí acompañante, ahora con los años, uno ya perdió la vergüenza, y revindico la venta ambulante, las voces de los vendedores que cantan sus productos al cielo, esas voces que forman parte de mi banda sonora de mi vida
En el mercado como decía Patxi Andión cabe todo como en el rastro, lo que usted quiera lo tenemos, es un gran centro comercial puesto en la calle sin probadores ni aseos y la garantía la de “si no te viene bien me lo traes la semana que viene” yo siempre estoy aquí y aunque no sea cierto tú te lo crees, y además que importa si la semana que viene no sabrás donde estarás, ni tú ni el vendedor. Bueno eso me pasaba a mí porque mí madre en el pueblo conocía a todos los vendedores ambulantes, eran como una gran familia recuerdo que yo sentía vergüenza cuando iba con ella por que me presentaba a todo el mundo ¿este es mi hijo el mayor les decía presumiendo de hijo? a ella le encantaban los mercados ambulantes y le gustaba que fuera yo con ella me decía que así no tenia que preguntar los precios, (ella no sabía leer) yo agarrada a su brazo caminaba entre los pintorescos puestos me encantaban el puesto de las especias, el de los encurtidos con esas aceitunas machacadas con olor a orégano, mí madre era feliz sus ojos brillaban, se le iban todos los males caminaba erguida y se le olvidaba su reuma crónica, dábamos un par de vueltas por aquel sitio mágico.
No se si alguna vez has ido con tu madre al mercado, pero es una experiencia fantástica mi madre desde que emigro a Valencia todo lo compraba en el mercado ambulante, en los años de mi infancia ella compraba en las tiendas del pueblo que le “fiaban “porque ella no tenía dinero siempre, otro día hablaremos de esos años y como resistían tenderos y compradores.
En los mercados ambulantes conviven como sabéis todo tipo de cosa algunas necesarias y otras inútiles, desde la ropa interior mas provocativa hasta los calzoncillos de los mayores, zapatos para todos, los tacones más provocativos y las abarcar para los labradores.
Mí madre regateaba siempre con el vendedor, era como un sainete teatral el dialogo que se producía peleando cada peseta, cada uno tirando para un lado un instante cómico y a veces casi trágico verlos regatear a comprador y vendedor, yo me enfadaba con mi madre le decía que no se enfadara con los vendedores y ella me decía con mucha gracia “si yo no me enfado, yo regateo Joselito me decía” y luego volvía al puesto de las verduras y ajustaban el precio y ella sacaba de su viejo monedero unas monedas y se las entregaba al hortelano, aun refunfuñando.
Su sitio preferido era el de las macetas le perdían las flores, mi padre decía que no iba al mercado por que siempre venia cargado con una maceta, era una guerra permanente un matrimonio que se ponía en peligro cada vez que iban juntos al mercado ambulante, y sobre todo la pelea era por las flores, mi padre como buen hortelano decía que solo las flores que dan fruto valen la pena, lo de más decía enfadado es tirar el dinero.
La ultima vez que fui al mercado con ella fue en mí tierra en el Sur recuerdo que compro una maceta preciosa de hierbabuena ,le entro por los ojos, y en el regateo entro una “estaquilla” que estaba medio moribunda tirada en el suelo con las hojas “cansadas” te la regalo le dijo el vendedor, ¿menudo regalo me haces le respondió mi madre un olivo medio muerto, salimos del mercado cargados y con el moribundo olivo bajo mi brazo, mi madre me dijo vamos a buscar una fuente, y mojamos las hojas y la poca tierra arcillosa que le quedaba en sus raíces, lo llevamos a casa y en los siguientes días el olivo estuvo en la UVI de mi balcón lo trajimos medio moribundo a Valencia y durante años permanece en mi casa, el pobre olivo no encontraba su salud y paso unos años con su crónico abatimiento, este año le encontré el sitio en casa donde entra un rayo de luz, y sea erguido ha decidido vivir, hoy le he vito por primera vez unas flores que serán aceitunas en otoño, y me acorde de mi madre y de mi padre, tengo flores y fruto en un olivo que sacamos de la UVI, me acorde los amigos que han salido de esta enfermedad, y de lo importante que es tener un ángel sanitario que crea en la vida como mi madre.


Valencia 31 de MAYO 2020 confinado con la vida.

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