martes, 11 de marzo de 2025

 

Guadalquivir  ( con mi madre)
 
                                   Promesa cumplida
 
 
La semana qué viene hace siete años qué mi madre se fue a las orillas del Guadalquivir, se marchó la maestra de las flores el mismo día que ella nació, ese dato ya era un presagio, se marcho el día de su cumpleaños por que así lo quiso ella, nos dejó para no faltarnos nunca el 19 de Marzo, el día de mi santo    
En los últimos años este cuidador inexperto le contaba cuentos a mi madre,  ella no sabía leer, pero no le faltaban mis relatos, mí lectura, a menudo cuando yo le contaba una historia, ella me interrumpía y me decía te acuerdas Joselito, cuando bajábamos al Puente del Obispo de la mano de tu hermano para bañarnos en el río, si mamá le decía yo, entonces me inventaba una historia qué le gustaba mucho,le contaba historias de bandoleros, de Maquis, le hablaba de la guerra civil, historia qué a mí me contaron de niño, también le contaba, de cuando mi padre cruzaba el Guadalquivir camino del cortijo del Pelotoso, el con las mulas, los capachos, las varas de varear, que mi padre llevaba atadas, a la albarda de la mula torda, parecía un guerrero de Magina, yo me inventaba historias donde las aguas del Guadalquivir estaban muy presente, ella  contaban cuando en la guerra civil toda la familia cruzaban el puente de las indulgencias que así denominaba mi amigo Juande Valverde en su magnífico libro, una novela histórica fantástica que he releído estos días, el puente del obispo donde en verano nos bañamos mi hermano y yo.
 
También mi madre recordaba la primera vez que fuimos al nacimiento del río Guadalquivir en la sierra de Cazorla,  un día de Marzo, dónde aún quedaban rastros de nieve del último invierno, subimos para ver el ilito de agua que se derramaba, para ver el nacimiento del rio de nuestras vidas, la recuerdo muy emocionada.
 
 Mi madre se inventaba historias del río qué le dio la vida, y  yo seguía su juego y hablaba por la boca del poeta, siciliano Estesicoro, que hablo de este río como el río Tartesos, recuerdo ver a ella muy seria cuándo yo le hablaba de Tartesos, - ella  decía Joselito háblame para que te entienda, no te inventé palabrejas, un día le prometí que la llevaría conmigo a la desembocadura del Guadalquivir a Sanlucas de Barrameda, eso le hizo mucha ilusión, cuándo en los días dolorosos de los últimos años de su vida me decía muy seria Joselito yo me quiero morir, yo le replicaba " no te puedes morir tenemos que ir a Sanlucas a ver el Guadalquivir, entonces cambiaba su dolor por la esperanza de un viaje soñado.
 
Iremos juntos le decía a Cádiz a ver donde el rio se fundía con el mar. Yo tampoco había ido nunca a Sanlucas de Barrameda.
 
 Este mes de marzo por fin cumplí la promesa, junto con la memoria de mí madre con toda su vida presenté, camine por la playa de Bonanza donde desemboca el Guadalquivir, paseé por las marismas con un fuerte temporal de lluvia que empapaba mis recuerdos, nada me hizo tan feliz que cumplir la promesa que le hice a mi madre, a ella cada vez qué la veía bajita de ánimo, le recordaba que tensamos que viajar juntos a la desembocadura del Guadalquivir.
 
Hoy la veo junto a mi degustando un pescaíto frito en el restaurante Joselito Huerta, un lugar encantador de Sanlucas de Barrameda, a su dueño Joselito,  le contaba yo está historia en los postres, el bueno de Don José se alejo y apareció con dos copas y una botella de manzanilla Barbadilla, juntos brindamos por las madres este sábado 8 de marzo nos emocionamos nos dimos un abrazo, y volvimos a brindar por nuestro encuentro.
No olvidaré jamás, mi primera visita con mí madre a Sanlucas de Barrameda,  la desembocadura del río de nuestras vidas el Guadalquivir.

lunes, 3 de marzo de 2025

 

700 artículos en el Blogspot.
 
 
Con motivo de cumplir 700 artículos en el blog

 
Os regalamos este artículo dedicado a la amistad de dos valencianos ilustres, 
Miguel Hernández y Ricardo Muñoz Suay
 
MIGUEL HERNÁNDEZ VALENCIA JULIO 1937
 
 
RICARDO MUÑOZ SUAY MEMORIA DE UNA AMISTAD
 
 
Miguel Hernández asistió al II congreso Internacional de escritores para la defensa de la cultura celebrado en Valencia del 4 al 17 de julio de 1937.
Hernández participo en ese congreso, y sobre todo se interesó por conocer los movimientos culturales, de otros países, Chile, México, al congreso asistieron intelectuales de todo el mundo y era una ocasión única para intercambiar inquietudes culturales, el país estaba en guerra, una guerra civil, donde uno de los primeros asesinados fue Federico García Lorca, aquel asesinato dejo conmocionado al mundo entero, después de un año de su asesinato en Granada en su Granada. La figura de Lorca seguía presente, fue tan terrible el final del poeta, su tortura y asesinato por el bando Fascista, marco sin duda a toda la ciudadanía del mundo, en especial a todos los intelectuales y artistas, todos sin duda se posicionaron en favor de la cultura.
Esta mañana de Julio de 1937 MIGUEL HERNADEZ el poeta pastor “que encontraba metáforas por las montañas ardientes y blancas de Alicante” tocaba la puerta del caserón de la calle Concordia de Valencia donde tenía su despacho el jovencito Ricardo MUÑOZ SUAY, el hijo de un médico Liberal cercano a la burguesía Valenciana, era uno de los militantes más jóvenes del partido comunista militante de la (FUE) Federación Universitaria Escolar.
Ricardo Muñoz Suay era uno de los dirigentes más jóvenes, su nivel cultural era muy elevado desde su adolescencia conocía a miembros ilustres de la INSTITUCIÓN LIBRE de ENSEÑANZA el de la mano de su padre frecuentaba las tertulias de los cafés valencianos y madrileños desde los 14 años allá por 1931 viajaba con su padre el doctor Carbonero,
En Madrid de la Republica vio a Miguel de Unamuno a Federico García Lorca los vio en las tertulias en compañía de su padre, el hijo del médico coleccionaba imágenes, escenas, presencias de los más ilustres de la poesía , de las humanidades, el que mas impresiono a Ricardo era Valle Inclán lo marco de por vida, el hablaba de la primera vez que lo vio, que lo saludo, decía Muñoz Suay, que fue como abrazar a Dios-
Aquella mañana de julio de 1937, el poeta abrazaba al compañero, al camarada Ricardo Muñoz Suay el poeta de Orihuela traía noticias de sus ocupaciones culturales en el frente, en el ejercito republicano, era como hacer balance de mas de un año de guerra, de la política cultural, MIGUEL HERNÁNDEZ quería conocer como abordaban los organismos universitarios las estrategias culturales que tan bien conocía Muñoz Suay.
En realidad, lo que quería Miguel era conocer a se joven de 20 años, del que tanto le hablaron el último año.
Contaba Ricardo que el poeta de Orihuela apoyado en los hierros desgastados del balcón del caserón de la calle Concordia en Valencia, decía Muñoz Suay “Miguel habla y a veces ríe, con una carcajada de africano, que deja ver su dentadura blanquísima, enorme. Miguel Hernández moreno, pelado, pantalón de pana, camisa militar, y unas alpargatas valencianas, Hernández el hermano de las palabras, que las encontraba bajo la tierra” Miguel y Ricardo van a una taberna de la plaza de la virgen, Ricardo pide una cerveza, Miguel prefiere un baso de limonada, juntos caminan por la calle de los fueros, y Miguel se para delante de un árbol, le dice a Ricardo “crees que puedo subir a la copa de este árbol, Miguel Hernández se subía a los arboles cuando llevaba demasiado tiempo pisando asfalto de las ciudades” decía el poeta, necesito respirar naturaleza, MIGUEL HERNÁNDEZ necesitaba los aromas mas sencillos y volátiles, eran su oxigeno primigenio el de los campos de Orihuela.
En la cárcel de Ocaña donde encerraron a Ricardo Muñoz Suay en 1945, ingresado después de ser detenido, tras seis años en un zulo, fue apresado en 1946, condenado a muerte, recluido en la cárcel de Ocaña en la misma cárcel donde estuvo preso Miguel Hernández.
Contaba Ricardo con mucha emoción, que en la cárcel de OCAÑA el escribía en la misma mesa que lo hizo el poeta Miguel Hernández.

 

MAITINES BAEZANOS
 
 
Bastara con cerrar los ojos
para ser piel de tu piel,
carne de tus entrañas.
 
Tiernos pechos de Aznaitin
preñados de guerreros morenos.
 
Alineados duendes 
de pestugas
en las rodillas.
 
Olivos de la paz
eternos como la luz,
nobles como su fruto.
 
Aznaitin y Mágina,
Guadalquivir,
de orillas de terciopelo
sembradas de madreselvas.
 
Pardos gigantes del sur
morenos, tiernos,
ingenuos y dulces,
olivos de mi vida.
 
Jornaleros, campesinos
criaturas de la esperanza,
líricos olivos de mi sangre.
 
Maitines para tu cielo
olivo en pie de paz.